Acerca del artista
Atsunobu Katagiri nació en 1973 en Osaka, Japón, donde vive y trabaja. Su relación con la naturaleza es intrínseca a su producción artística. Con solo 24 años se convirtió en maestro de la escuela de ikebana Misasagi, donde actualmente es profesor y de la que es responsable.
Su lenguaje es muy dinámico, utiliza técnicas tradicionales de ikebana y también explora enfoques contemporáneos, produciendo instalaciones con flores, plantas, ramas y otros elementos naturales de forma más libre. Los diferentes aspectos mencionados coexisten en sus creaciones enfatizando el potencial regenerador de la naturaleza, entendiéndola como un recurso primordial e ineludible. Esto puede observarse en obras como el libro de fotografía Sacrifice – The Ikebana of Regeneration Offered to the Future (Sacrificio – El ikebana de la regeneración ofrecido al futuro, en traducción libre), que es el resultado de un año de trabajo del artista en Minamisoma, situada en Fukushima, una región profundamente marcada por el terremoto de 2011. Allí encontró y utilizó una especie de flor tradicional de la región que había desaparecido como consecuencia de la acción humana y que se regeneró después de esa catástrofe, lo que ejemplifica los ciclos de la vida.
De esta experiencia surgió no solo un trabajo de arreglos florales, sino también una serie de fotografías, así como textos sobre su proceso. Katagiri transita entre técnicas y medios enfatizando siempre el potencial de la naturaleza, lo que indica la amplitud de los intereses del artista.
Somos, nosotros, Naturaleza
Atsunobu Katagiri es un artista botánico que trabaja de forma extremadamente poética la fuerza de la Naturaleza, mostrando su potencia regenerativa y su relación intrínseca con los seres humanos. No es por casualidad que esta relación, claramente fundamental para la supervivencia de la especie humana, haya inspirado tantos mitos en diferentes culturas.
“El futuro es ancestral y la humanidad necesita aprender de él a pisar suavemente la tierra”, dice el escritor Ailton Krenak, una célebre frase a punto de convertirse en un mantra.
La importancia de aprender de los pueblos originarios y el rescate de algunas formas de vida más armoniosas y conscientes del pasado demuestra que esta percepción de dependencia total no debería ser extraña para nadie, es indispensable ampliar este conocimiento así como el respeto por la flora y la fauna. Dos mitos, uno de Brasil y otro de Japón –la leyenda de la mandioca o yuca y el mito del origen de los cinco cereales, respectivamente–, que abordan precisamente la Naturaleza como parte inherente al ser humano, aparecen reproducidos en la publicación de la exposición, ilustrados por el trabajo fotográfico realizado por Katagiri entre 2019 y 2023.
Además de eso, hay estudios que apuntan a una mejora de la salud física y de los aspectos cognitivos cuando estamos en contacto regular con la Naturaleza.
Shinrin-yoku (森林浴), o “baño de bosque”, es una terapia introducida en 1982 en Japón como una iniciativa de salud pública por la Agencia Nacional Forestal.
La terapia busca reducir el estrés de las personas, fomentando el contacto con la Naturaleza, valorando el silencio y la observación.
Katagiri quiere, en su instalación inédita, proponer esta inmersión total.
Esencia es una cápsula concentrada de un espacio de tranquilidad en una de las avenidas más concurridas de la metrópoli más grande del país.
La inserción en la obra instiga el contacto con nuestros pensamientos, todo ese mundo que habita en nuestro interior, y permite recobrar nuestra percepción de bienestar, casi como si estuviéramos dentro de un santuario.
Es una forma de conexión y comprensión de la magnitud de esta relación y, sobre todo, una advertencia sobre su fragilidad y finitud.
Natasha Barzaghi Geenen
Directora Cultural de la Japan House São Paulo y curadora de la exposición